A través de nuestro viaje de aprendizaje “A todos les importa”, hemos vuelto a imaginar cómo serían las comunidades más saludables y más inclusivas. Hemos abordado los principios de la autonomía, la reflexión y la empatía y consideramos cómo su implementación en nuestra vida cotidiana puede ayudar a disminuir el riesgo de violencia sexual. Y ahora, estamos uniendo todo para hablar sobre la sociedad.

Nuestra sociedad está dirigida por normas sociales, es decir, creencias sobre lo que comúnmente se considera apropiado. Las normas sociales aportan pautas no escritas sobre cómo se espera que las personas se comporten y actúen en nuestra sociedad.

Algunas normas sociales, como mantener la puerta abierta para la persona que entra detrás de usted o decir “gracias” después de que alguien lo ayuda, son positivas. Pero las normas sociales también pueden ser dañinas. Por ejemplo, durante años era costumbre que las mujeres no trabajaran fuera del hogar. Si bien en la actualidad la participación de las mujeres en la fuerza laboral sigue estando en aumento, aún persiste la profunda desigualdad salarial que surgió en consecuencia.

Estas mismas normas sociales permiten y promueven la violencia sexual. Las investigaciones muestran que las normas sociales que apoyan la superioridad masculina y el derecho sexual y mantienen la inferioridad y la sumisión sexual de las mujeres son factores de riesgo para la violencia sexual.

Estas normas sociales pueden parecer difíciles de enfrentar o cambiar porque ejercen una influencia profunda en nuestra sociedad. Sin embargo, podemos comenzar la ardua tarea de cambiar las normas y prevenir la violencia sexual en nuestras comunidades mediante la práctica de los principios de autonomía, reflexión y empatía en nuestra vida cotidiana.

Al reflexionar sobre nuestro viaje de aprendizaje, podemos imaginar cómo sería una sociedad que prioriza la protección contra el daño sexual:

  1. La autonomía no solo se respeta, se prioriza. Significa que cada persona tiene la libertad de establecer sus propios límites personales. Significa que los integrantes de la comunidad aceptan la plena identidad y expresión de género de cada persona y no da lugar a la discriminación en la atención médica, la vivienda o la educación. Una sociedad que prioriza por completo la autonomía comenzaría a infundir principios de consentimiento en la educación sobre la salud sexual de nuestros jóvenes, convirtiéndola en un componente fundamental de las programáticas de educación sexual en nuestras escuelas.
  2. La reflexión se realiza en el hogar, en nuestras escuelas, en los lugares de trabajo y en la sociedad en general. Una sociedad que prioriza la reflexión reconoce que las normas del pasado han sido increíblemente perjudiciales y procura reparar los daños causados por ellas, por ejemplo, eliminando monumentos de personas que fueron opresivas, abusivas, racistas y sexistas. Una sociedad que prioriza la reflexión también hace una inversión financiera para remediar el daño, como realizar una inversión para terminar con la brecha salarial basada en el género y la raza elevando el salario mínimo e indemnizando a aquellos que fueron perjudicados directamente o a sus descendientes. Esta sociedad también invertiría en la planificación a gran escala de la justicia restaurativa para permitir la rendición de cuentas a nivel individual y comunitario por los daños fuera del sistema legal.
  3. La empatía fluiría a través de todos los aspectos de esta sociedad. Una sociedad plenamente empática tendría un sistema económico que perpetúa la prosperidad compartida entre todos los ciudadanos, en lugar de una concentración de la riqueza entre un grupo selecto. Una sociedad empática eliminaría los obstáculos para votar que inhiben específicamente a las personas de color y a las personas con discapacidades. La sociedad reconocería que la atención médica de calidad es un derecho innato de todos los humanos, no un privilegio por el que se paga: sabemos que los sobrevivientes de violencia sexual a menudo sufren consecuencias dispares en la salud producto de la victimización, lo que hace que el acceso equitativo a la atención médica sea crucial.

La violencia sexual se puede evitar en un 100%. Una sociedad que valora las comunidades vinculadas, la autonomía de todas las personas, la reflexión sobre las propias acciones y la empatía por los demás es aquella en la que es menos probable que haya violencia sexual. Esa sociedad es posible si cada uno de nosotros comienza a tomar medidas hoy mismo para construirla.


Este blog es parte de la iniciativa “A todos les importa”.

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